
Juro que no soy una aventurera. Soy una persona tranquila y reposada a la que le gusta escribir, leer, escuchar música y contemplar la naturaleza, pero he venido a caer a una familia que disfruta con las aventuras.
Me explico. Antes de salir de España, mi marido me comentó que al día siguiente de llegar a Canadá, iríamos a la isla de Vancouver para conocer la capital, Victoria, y después de comer nos acercaríamos a intentar avistar orcas.
Bueno, me lo dijo así como una cosa normal y así lo asumí, pero no, no era tan normal. Nada más llegar nos hicieron firmar un papel eximiendo de responsabilidad a la compañía y a continuación, nos dieron un traje como aquellos de los pescadores que van a altamar. Ya empecé a mosquearme porque para dar un paseito (según creía) en una zodiac cerquita de la costa ¿para qué sería el traje aquel de buzo?
Nos subimos y estábamos rodeados de americanos y holandeses, en total éramos 12 y se me ocurre preguntar que cual era la duración del "paseito" y me contestan que ¡tres horas! ¡Madre de Dios, que paseito tan largo! Una advertencia: si alguien se encuentra mal que levante la mano con el pulgar hacia abajo.¡Y una porra! ¡anda que me voy a soltar yo de la barra para levantar la mano y caerme!
Para colmo me toca uno de los extremos y me separan de mi marido. Nada, aquí no pasa nada. ¿Qué no? El buen Micky que así se llamaba el piloto y guía, mete la directa y la zodiac empieza a dar saltos (Jesusito de mi vida, eres niño como yo...) mi marido volvió la cabeza para ver como iba yo y valientemente, solté una de mis manos para hacer el gesto de que le rebanaría el cuello. No volvió a mirarme más.
Vale. Ya estábamos bastante lejos de la costa en medio del Pacífico y empezamos a parar porque aquella era la zona donde se podían avistar orcas. Y sí, claro que habían y Miky se iba acercando más y más con la intención (pensaba yo) de presentárnoslas y la verdad, aquella tarde yo no estaba tan sociable como para intimar con ellas.
No sé si habeis estado alguna vez en los estudios de la Universal en Florida y habeis visto la atracción de la película "Tiburón", pero tiene un momento en el que sale al lado de la barca la cabeza del "bicho" y yo me temía que me fuera a salir como en la atracción la cabeza de la orca a mi lado. La verdad es que se portaron muy bien.
Fue emocionante y el movimiento al nadar era como un ballet suave y armonioso. Impresiona verte allí en un silencio absoluto rodeada por las aguas del océano siguiendo las estelas que van dejando y aproximándote a ellas.
Poco a poco la sensación de que me iba a dar un infarto fue desapareciendo pero en el momento de volver para la costa porque debíamos volver a Vancouver en hidroavión, a Micky se le ocurrió la idea de poner un poco más de emoción en nuestras vidas y puso la zodiac a 41 nudos, que al cambio, sale por unos 70 km/hora lo cual significa que saltos y más saltos y mi cara llena de agua. Eso sí es una descarga de adrenalina y lo demás es cuento. ¡Puf!
Después sí, la foto de rigor con sonrisa incluida. Solo le pido a Dios que a mi marido o a mis hijos no les de ahora por hacer puenting, pues después de mis experiencias (gracias a ellos) de volar en avioneta desde Barcelona hasta el desierto de Erg Cheebí, de hacer un tramo del París- Dakar en un 4x4 dando golpes en el techo y conducido por un marroquí que tenía la rara habilidad de conducir mientras se liaba un pitillo de "algo" y no sé cuantas cosas más, sé que decidan lo que decidan, yo acabaré haciéndolo.
¡Que cruz, Dios mío, que cruz!
Malena