Buenos días

Entra el sol por mi ventana. Ese primer rayo de sol que me anuncia que el nuevo día ha llegado. Me niego a salir de la cama. Me desperezo y recibo sobre mi rostro esa bendita luz que se cuela entre las ramas de los árboles que puedo ver desde aquí. Me siento feliz. Absurda o inocentemente feliz porque el rayo de sol ilumina mi habitación.

Después de jugar unos minutos con mi sábana, subiéndola y bajándola como una pantalla de cine iluminada por un foco, me decido a ponerme las zapatillas y la bata y prepararme un buen café.

Su aroma llega hasta el baño donde me ducho y ya saboreo mentalmente ese líquido oscuro que al pasar por mi garganta, introduce una cálida sensación.

Me voy a la cocina y abro los porticones. Es una bendición escuchar el trino de los pájaros y su revoloteo de rama en rama.

Con la taza en la mano, me quedo observando esa película que se está proyectando para mí.

Hojas verdes que se balancean suavemente hablando unas con otras. La brisa que canta una canción apenas imperceptible. El gato que ha entrado y con su ronroneo me da los buenos días. El viejo aparato de radio permanece mudo. ¿Para qué lo necesito si aquí fuera tengo toda una sinfonía?

El día me invita a salir y no pienso rechazar la invitación. Unos tejanos, unas bambas y una sudadera. No necesito más. Y allí voy a perderme con mis pensamientos por ese sendero en los que los frondosos árboles y el sonido del río cercano, serán mis únicos compañeros.

Malena