En mitad de la noche.

Recuerdo aquella noche... más de una vez la he evocado y mi corazón late acelerado dentro de mi pecho al evocarla. La noche... la brisa... y mi cuerpo agitándose inquieto sobre las sábanas.

Por el ventanal abierto entraba el olor a algas y salitre que provenía del mar envolviéndome, y el rumor de las olas que iban a descansar sobre la arena, me traía entre susurros el eco de mi nombre.

Me incorporé subiéndome los finos tirantes que se habían deslizado por mis hombros, y seguí oyendo con voz muy cálida a alguien que me llamaba.

Cerré la puerta tras de mí y fui caminando con los pies descalzos sobre la arena. Las estrellas destacaban en el cielo y la luna se reflejaba en el mar bañándolo de plata.

Fue entonces cuando sentí unas manos varoniles acariciando mi espalda y su aliento sobre mi cuello. Caricias que me recorrían como dibujando un mapa sobre mi piel que las recogía con avidez.

Susurros y caricias que me inundaban, que me hacían subir y bajar al igual que lo hacen las mareas y así, me hizo suya.

Sólo se oía el rumor de las pequeñas olas que al llegar a la orilla, se deslizaban sobre nuestros cuerpos.

No sé si fue realidad o un sueño, sólo sé que a la mañana siguiente... lo primero que vieron mis ojos... fue una rosa roja apoyada sobre mi almohada.


Malena